Parte
del Colegio de Lasalle construido en 1962 en las proximidades de la
Castellana, esta construccion puede verse como un gran ejemplo de lo
que el mismo arquitecto, Alejandro de la Sota llamaba "ocurrencias".
Este arquitecto, enemigo de trabajar en los despachos y amante de
lidiar con los problemas arquitectonicos a pie de obra, juega con el
techo, hace un gimnasio o que integra las aulas en el aire. Un
interior vaciado que facilita el movimiento de los alumnos que
practiquen deporte en el complej; simultaneamente otros alumnos
pueden recibir clases en el aula que se encuentra integrada en el
techo.
La
misma disposicion del aula facilita la perspectiva del alumno,
aprovecha la luz, y convive con el espacio del gimnasio. Alejandro de
la Sota no proyecta en palabras de José Llinas con sistmas
compositivos sino con materiales. Así, toma una cerca y la invierte
respecto a su posición convencional. Permite hacer de esta azotea un
aula utilizable, consiguiendo en palabras del mismo arquitecto una
humilde y sincera estética basada en la veracidad de la expresión.
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